Los primeros automóviles
Don Federico Pöhls y Rincón Gallardo atestiguó los sucesos de inicios del siglo XX en la ciudad de León, motivo por el cual decidió en su vejez escribir un libro que tituló "Añoranzas y Recuerdos de León". He aquí un fragmento que se refiere a los primeros automóviles que circularon por nuestra ciudad: "Vimos allá por los años de 1904 o 1905 los primeros automóviles que llegaron a León: serían dos o tres de esos vehículos, que inocentemente llamábamos "coche eléctrico".
El primer sitio de taxis en León estuvo situado frente al Portal Guerrero.
Poco tiempo después de ese suceso –no sabría precisar cuándo-, unos señores propietarios de un taller mecánico, adquirieron su automóvil, que domingos y días festivos alquilaban. Colocaban el tal coche en la Plaza Principal, en espera de pasajeros, a quienes daban un paseo por cincuenta centavos. La "vuelta" consistía en toda la Calle Real (hoy Madero), la Calzada, el "bordo" del río, para bajar por la calle de Pachecos (5 de mayo) otra vez a la plaza. Excusado es decir que, para nosotros los muchachos, era aquella la mayor atracción del momento y hacíamos economías para juntar ese tostón, que nos daría derecho a media hora de automóvil. Cierto domingo en la tarde, como de costumbre, y después de esperar pacientemente nuestro turno, abordamos el coche, que raudo, entre bocinazos y humareda, salió por la Calle Real.
Entró a la Calzada y aumentó velocidad, teniendo que cubrirnos la cara con pañuelos para poder respirar, pues lo rápido de la carrera y el viento lo dificultaban.
No tenía parabrisas y seguramente volábamos a 30 o 40 kilómetros por hora. Ya para subir al bordo del río tronó una llanta, habiendo necesidad de parar para arreglarla con inmensos trabajos, pues entonces no se contaba con repuesto, gatos ni ruedas cambiables. Con piedras, o como se pudo, levantaron el coche y comenzó el proceso que duró dos horas y nosotros divertidos y felices viendo el trabajo, subiendo y bajando del vehículo, tocando la bocina de aquellas de poooo… poooo. Nos figurábamos, orgullosos, que habíamos hecho una excursión de toda la tarde en automóvil. Esta aventura nos dio conversación para toda la semana en la escuela".
Entró a la Calzada y aumentó velocidad, teniendo que cubrirnos la cara con pañuelos para poder respirar, pues lo rápido de la carrera y el viento lo dificultaban.
No tenía parabrisas y seguramente volábamos a 30 o 40 kilómetros por hora. Ya para subir al bordo del río tronó una llanta, habiendo necesidad de parar para arreglarla con inmensos trabajos, pues entonces no se contaba con repuesto, gatos ni ruedas cambiables. Con piedras, o como se pudo, levantaron el coche y comenzó el proceso que duró dos horas y nosotros divertidos y felices viendo el trabajo, subiendo y bajando del vehículo, tocando la bocina de aquellas de poooo… poooo. Nos figurábamos, orgullosos, que habíamos hecho una excursión de toda la tarde en automóvil. Esta aventura nos dio conversación para toda la semana en la escuela".
Para la década de 1940 ya circulaban en León cientos de automóviles.
Sírvase preferir a nuestro
amable patrocinador: