El teléfono
"Otro invento importante –continua relatándonos don Federico- cuya inauguración nos tocó de niños, fue el teléfono (…) La primera central telefónica fue instalada en León por "La Mexicana", en la calle Honda, entre las calles Real y del Progreso (Hermanos Aldama, entre Madero y Pedro Moreno). Del techo de la central sacaron los hilos, para instalarlos en postes colocados en la acera opuesta a los de la luz y de allí para adentro de las treinta o cuarenta casas de los primeros clientes de la Compañía Telefónica Mexicana, que en 1906 contaba ya con 123 suscriptores.
Mi padre, amante de todo lo moderno, instaló aparato en su oficina (…) Los primeros aparatos instalados fueron de aquel tipo que ya no se conoce, de madera, con timbres a la cabeza, colgando el auricular al lado izquierdo y a la derecha una manivela para hacer sonar las campanillas (…)
Sin descolgar el audífono, girábase la manija de los timbres esperando contestación de la central, a la que, una vez conseguida, se pedía:
-Favor de comunicarme con don Fulano de Tal. Pasaban breves momentos (…) y hasta entonces, descolgando el audífono, se comenzaba de aquel clásico modo:
-Listo… listo… ¿Con quién hablo?
Mi padre, amante de todo lo moderno, instaló aparato en su oficina (…) Los primeros aparatos instalados fueron de aquel tipo que ya no se conoce, de madera, con timbres a la cabeza, colgando el auricular al lado izquierdo y a la derecha una manivela para hacer sonar las campanillas (…)
Sin descolgar el audífono, girábase la manija de los timbres esperando contestación de la central, a la que, una vez conseguida, se pedía:
-Favor de comunicarme con don Fulano de Tal. Pasaban breves momentos (…) y hasta entonces, descolgando el audífono, se comenzaba de aquel clásico modo:
-Listo… listo… ¿Con quién hablo?
Mi padre, amante de todo lo moderno, instaló aparato en su oficina (…) Los primeros aparatos instalados fueron de aquel tipo que ya no se conoce, de madera, con timbres a la cabeza, colgando el auricular al lado izquierdo y a la derecha una manivela para hacer sonar las campanillas (…)
Sin descolgar el audífono, girábase la manija de los timbres esperando contestación de la central, a la que, una vez conseguida, se pedía:
-Favor de comunicarme con don Fulano de Tal. Pasaban breves momentos (…) y hasta entonces, descolgando el audífono, se comenzaba de aquel clásico modo:
-Listo… listo… ¿Con quién hablo?
Mi padre, amante de todo lo moderno, instaló aparato en su oficina (…) Los primeros aparatos instalados fueron de aquel tipo que ya no se conoce, de madera, con timbres a la cabeza, colgando el auricular al lado izquierdo y a la derecha una manivela para hacer sonar las campanillas (…)
Sin descolgar el audífono, girábase la manija de los timbres esperando contestación de la central, a la que, una vez conseguida, se pedía:
-Favor de comunicarme con don Fulano de Tal. Pasaban breves momentos (…) y hasta entonces, descolgando el audífono, se comenzaba de aquel clásico modo:
-Listo… listo… ¿Con quién hablo?
La Compañía Telefónica Mexicana en 1906 contaba ya con 123 suscriptores en León.
Confundido entre aquella concurrencia de señores (los amigos de su padre que se encontraban en la oficina), encontrábame oyendo y viendo lo que sucedía (…) cuando don Francisco M. Zamora, que siempre fue un buen amigo de mi padre, me dice:
-¿Qué te parece Pitín? –Así me nombraba siempre ese buen hombre, que dios tenga en su seno. -¿Ves cómo podemos hablar a todas partes? ¿Te das cuenta?
Y yo, confuso, respondía:
-¡Quién sabe! ¡No sé! ¡No lo creo!
-Para que lo creas –me dice Pancho- ven, mira lo que voy a hacer.
Gira la manivela de los timbres, contesta la central y pide que lo comuniquen con el Círculo Leonés Mutualista. –Contesta el Círculo y ordena:
-Favor de mandarme, lo más pronto que puedan, aquí en frente, al despacho de los señores Pöhls, una limonada en el vaso más grande que tengan.
Dudando todavía corro al zaguán y momentos después veo un mozo del Círculo que atraviesa la calle con charola y limonada, que tomé con regocijo y fue para mí prueba palpable de la eficacia del teléfono".
-¿Qué te parece Pitín? –Así me nombraba siempre ese buen hombre, que dios tenga en su seno. -¿Ves cómo podemos hablar a todas partes? ¿Te das cuenta?
Y yo, confuso, respondía:
-¡Quién sabe! ¡No sé! ¡No lo creo!
-Para que lo creas –me dice Pancho- ven, mira lo que voy a hacer.
Gira la manivela de los timbres, contesta la central y pide que lo comuniquen con el Círculo Leonés Mutualista. –Contesta el Círculo y ordena:
-Favor de mandarme, lo más pronto que puedan, aquí en frente, al despacho de los señores Pöhls, una limonada en el vaso más grande que tengan.
Dudando todavía corro al zaguán y momentos después veo un mozo del Círculo que atraviesa la calle con charola y limonada, que tomé con regocijo y fue para mí prueba palpable de la eficacia del teléfono".
-¿Qué te parece Pitín? –Así me nombraba siempre ese buen hombre, que dios tenga en su seno. -¿Ves cómo podemos hablar a todas partes? ¿Te das cuenta?
Y yo, confuso, respondía:
-¡Quién sabe! ¡No sé! ¡No lo creo!
-Para que lo creas –me dice Pancho- ven, mira lo que voy a hacer.
Gira la manivela de los timbres, contesta la central y pide que lo comuniquen con el Círculo Leonés Mutualista. –Contesta el Círculo y ordena:
-Favor de mandarme, lo más pronto que puedan, aquí en frente, al despacho de los señores Pöhls, una limonada en el vaso más grande que tengan.
Dudando todavía corro al zaguán y momentos después veo un mozo del Círculo que atraviesa la calle con charola y limonada, que tomé con regocijo y fue para mí prueba palpable de la eficacia del teléfono".
-¿Qué te parece Pitín? –Así me nombraba siempre ese buen hombre, que dios tenga en su seno. -¿Ves cómo podemos hablar a todas partes? ¿Te das cuenta?
Y yo, confuso, respondía:
-¡Quién sabe! ¡No sé! ¡No lo creo!
-Para que lo creas –me dice Pancho- ven, mira lo que voy a hacer.
Gira la manivela de los timbres, contesta la central y pide que lo comuniquen con el Círculo Leonés Mutualista. –Contesta el Círculo y ordena:
-Favor de mandarme, lo más pronto que puedan, aquí en frente, al despacho de los señores Pöhls, una limonada en el vaso más grande que tengan.
Dudando todavía corro al zaguán y momentos después veo un mozo del Círculo que atraviesa la calle con charola y limonada, que tomé con regocijo y fue para mí prueba palpable de la eficacia del teléfono".
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