El aeroplano
En todo León no se habló de otra cosa esa semana… lo anunciaron pegando carteles en las paredes y repartiendo volantes: El domingo siguiente, por primera vez en su historia, llegarían al pueblo dos aeroplanos en una exhibición que demostraría el adelanto que habían alcanzado estos artefactos; capaces ya de salvar distancias considerables y no simples saltos como los que hicieron los hermanos Wright en Estados Unidos o el señor Braniff en Ciudad de México.
Al hecho de que algunos consideraran el vuelo por humanos como un franco reto a las leyes naturales, se sumaba el hecho de que quienes pilotearían aquellas máquinas infernales eran un par de mujeres… corría el año de 1911.
Se trataba de las osadas pilotos Harriet Quimby, primera mujer en obtener la licencia de piloto en Estados Unidos y de Matilde Moissant, quien acababa de romper un record de altura al llevar su nave a 370 metros por sobre los edificios de New York.
El lugar señalado para la exhibición fueron los campos de "La Trinidad", ubicados rumbo a Santana del Conde; no muy lejos de la hoy carretera León - Silao y donde unos años más tarde habrían de escenificarse sangrientas batallas durante la Revolución Mexicana.
El domingo todo mundo fue a misa temprano, pues no era cosa de perderse la oportunidad de ver a alguien volar por primera vez. Unos se fueron a pie, otros en caballo, mula o carreta; los menos en solemnes automóviles, que con admiración dejaban tras de sí una estela de polvo y ladridos de perros extrañados e inconformes.
Al llegar, la gente pudo admirar los dos pequeños y frágiles monoplanos marca Bleriot, que no eran más que una estructura de tubos soldados a un motor y una hélice de madera, un par de alas forradas con tela, un asiento que parecía silla de jardín y un par de llantas de bicicleta como tren de aterrizaje.
El día resultó ventoso y el despegue se tuvo que posponer una y otra vez… a eso de las seis de la tarde, cuando los asistentes ya estaban pensando en irse, miss Quimby salió de una casa de campaña vestida con gruesa chamarra negra, casco de cuero con grandes anteojos, pantalón "Breach" y altas botas de piel.
Al hecho de que algunos consideraran el vuelo por humanos como un franco reto a las leyes naturales, se sumaba el hecho de que quienes pilotearían aquellas máquinas infernales eran un par de mujeres… corría el año de 1911.
Se trataba de las osadas pilotos Harriet Quimby, primera mujer en obtener la licencia de piloto en Estados Unidos y de Matilde Moissant, quien acababa de romper un record de altura al llevar su nave a 370 metros por sobre los edificios de New York.
El lugar señalado para la exhibición fueron los campos de "La Trinidad", ubicados rumbo a Santana del Conde; no muy lejos de la hoy carretera León - Silao y donde unos años más tarde habrían de escenificarse sangrientas batallas durante la Revolución Mexicana.
El domingo todo mundo fue a misa temprano, pues no era cosa de perderse la oportunidad de ver a alguien volar por primera vez. Unos se fueron a pie, otros en caballo, mula o carreta; los menos en solemnes automóviles, que con admiración dejaban tras de sí una estela de polvo y ladridos de perros extrañados e inconformes.
Al llegar, la gente pudo admirar los dos pequeños y frágiles monoplanos marca Bleriot, que no eran más que una estructura de tubos soldados a un motor y una hélice de madera, un par de alas forradas con tela, un asiento que parecía silla de jardín y un par de llantas de bicicleta como tren de aterrizaje.
El día resultó ventoso y el despegue se tuvo que posponer una y otra vez… a eso de las seis de la tarde, cuando los asistentes ya estaban pensando en irse, miss Quimby salió de una casa de campaña vestida con gruesa chamarra negra, casco de cuero con grandes anteojos, pantalón "Breach" y altas botas de piel.
Harriet Quimby
En medio de aplausos y vítores, los mecánicos empujaron unos de las naves hasta la "pista" (un descampado que habían aplanado y dejado libre de surcos y mogotes de cañas de maíz). Al fin el ruidoso motor rugió; Harriet sonrió a la multitud y echó a correr la nave que después de dar varios tumbos se elevó unos pocos metros.
La nave daba bruscos vaivenes que arrancaban gritos de horror de la multitud, hasta que alcanzó cierta altura y finalmente se estabilizó, perdiéndose de vista a lo lejos, para reaparecer en unos minutos por donde se había ido y en otras ocasiones por el lado contrario, sorprendiendo a los espectadores.
En una de esas, desapareció rumbo al Cerrito de Jerez, pasaron los minutos y no regresaba. Nadie lo sabía, pero la piloto se vio forzada a aterrizar debido a los fuertes vientos. Lo hizo donde hoy se encuentra el centro comercial Altacia, hasta donde tuvieron que ir sus ayudantes a recogerla.
La segunda avioneta no llegó a despegar, pues ya había anochecido… así terminó aquel "gran" espectáculo.
En 1912 Harriet Quimby se mató cerca de Massachusetts al salir despedida de su aeronave al realizar un giro de forma abrupta; en cambio Matilde Moissant murió en su cama en California en 1964, a los 85 años de edad.
La nave daba bruscos vaivenes que arrancaban gritos de horror de la multitud, hasta que alcanzó cierta altura y finalmente se estabilizó, perdiéndose de vista a lo lejos, para reaparecer en unos minutos por donde se había ido y en otras ocasiones por el lado contrario, sorprendiendo a los espectadores.
En una de esas, desapareció rumbo al Cerrito de Jerez, pasaron los minutos y no regresaba. Nadie lo sabía, pero la piloto se vio forzada a aterrizar debido a los fuertes vientos. Lo hizo donde hoy se encuentra el centro comercial Altacia, hasta donde tuvieron que ir sus ayudantes a recogerla.
La segunda avioneta no llegó a despegar, pues ya había anochecido… así terminó aquel "gran" espectáculo.
En 1912 Harriet Quimby se mató cerca de Massachusetts al salir despedida de su aeronave al realizar un giro de forma abrupta; en cambio Matilde Moissant murió en su cama en California en 1964, a los 85 años de edad.
En 1911 llegó el primer aeroplano a León
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