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Los Condes de la Presa
de Jalpa
Un personaje que se distinguió desde los años del Primer Imperio hasta los de la República Federal fue don Pedro Cevallos y Cossío, conde de la Presa de Jalpa por su matrimonio con la heredera de este título, doña María Manuela Monterde y Albarrán. Dueños de la extensa Hacienda de Jalpa (Hoy Jalpa de Cánovas, a 42 kilómetros de León, rumbo a Manuel Doblado), que en el virreinato había comprendido partes de los reinos de Nueva España y Nueva Galicia. Don Pedro y doña Manuela habitaban en esa finca rústica y pasaban largas temporadas en la enorme casona que poseían en la esquina de las calles de la Santísima Trinidad y de la Gloria.
Esa casa había sido comprada por el conde don Pedro el 18 de abril de 1808, ante el escribano Cosme María de Obregón, al Capitán don Félix María de la Concha, con la enorme huerta de árboles frutales que poseía. Según la escritura de compraventa, la fachada principal de la casa se hallaba por la calle de la Gloria (Díaz Mirón) y se prolongaba a lo largo de la calle de la Santísima Trinidad (Pino Suárez); la huerta hacía esquina con las calles de Honda (Emiliano Zapata) y de la Aurora (Rosas Moreno): ello da una idea de las enormes dimensiones de la finca, que comprendía, entre zona habitable y zona de huerta, toda la manzana. Entre los dueños anteriores de la casa estaba el sacerdote jesuita don José García Diego.
Por vivir en esa calle por muchos años, la gente comenzó a llamarla la Calle de la Condesa, como se le conoció hasta finales del siglo XIX y por lo que al hotel que se construyó en plena plaza principal en el siglo XX se le puso el nombre de Condesa (Hoy Ramada Plaza).
La histórica finca, de ocho patios señoriales de reminiscencias barrocas y una sola planta que adornaban numerosas ventanas y portones de un estilo de transición entre el barroco y el neoclásico, ha sido mutilada, degradada y envilecida a lo largo del tiempo. Apenas pueden adivinarse aún los arcos de cantera cegados por láminas de cartón y falsos muros. Los triglifos y metopas de los frisos pueden verse sólo a medias, criminalmente mutilados, en una puerta –antes ventana- por la calle de Pino Suárez. En los años de 1970 se destruyeron los medallones de la parte inferior de las ventanas para dar entrada a un estacionamiento y la señorial columna de cantera de la arista ha sido profanada con diversos y variados colores.
La presa de Jalpa.
El título de Conde de la Presa de Jalpa le fue concedido a don Rafael de Monterde y Antillón, capitán del Regimiento Provincial de Milicias de México y abuelo de doña Manuela, el 3 de febrero de 1775, por Real Cédula expedida en el Palacio del Pardo (Madrid) por S.M. don Carlos III.
Heredó luego el título don Manuel de Monterde y Antillón y González del Pinal, hijo de don Rafael y doña María Teresa, esposo de doña María Manuela de Albarrán y Medina, padres de doña María Manuela de Monterde y Antillón Albarrán y Medina. Esta dama, nacida en ciudad de México el 4 de enero de 1787, casó allí mismo, el 30 de marzo de 1805 con el veracruzano don Pedro Cevallos y Cossío, quienes se afincaron en la segunda mitad del siglo XVIII en la Hacienda de Jalpa.
Don Pedro fue Alcalde Constitucional de León en los años del primer imperio y bajo su firma fueron publicados todos los bandos y decretos en la villa.
El opulento capital de su familia, su ilustre ascendencia, su título de Castilla, la recia personalidad y opulencia de su esposa la condesa María Manuela y la belleza de sus hijas, lo convirtieron en importantísimo elemento de aquella sociedad en los primeros años de la república.
Era su casa punto de reunión de toda la sociedad de entonces: sólo la muerte de la condesa, acaecida el 24 de enero de 1849, iniciaría una nueva vida en la vida social leonesa.
Entre los hijos que procrearon se encontraba Ignacia, quien casó con don Manuel Cánovas, pero no tuvieron descendencia; heredando este último la hacienda a la muerte de su esposa y dándole su apellido, por lo que desde entonces la finca y el pueblo pasaron a llamarse "Jalpa de Cánovas".
Don Manuel se vuelve a casar, ahora con doña Octaviana Portillo y Martín del Campo, y en la descendencia de este matrimonio, con los apellidos Braniff y Rincón Gallardo, se halla hoy en día la histórica propiedad, sin que los actuales dueños procedan en realidad de los Condes de la Presa.
Guadalupe, hermana de Ignacia, casada con don José de Obregón y Portillo, fue la heredera de la enorme mansión a la muerte de su madre.
Escribe don Toribio Esquivel y Obregón en sus "Memorias": "A pesar de las probadas e incuestionables prendas morales de doña Guadalupe (Monterde y Antillón), don José de Obregón padecía delirios de celos, de todo punto absurdos e infundados. Para poner a prueba la virtud de su esposa, una noche reunió en torno de la cama de doña Guadalupe, que dormía plácidamente, un montón de colchones a los que prendió fuego, mientras, escondido atrás de unos cortinajes, gritaba con voz engolada: ¡Guadalupe, te estás condenando! Solo porque dios es grande, doña Guadalupe no pereció en la prueba. Tal vez el carácter de don José fue la razón por la que doña Manuela Monterde se opuso sistemáticamente a este matrimonio".
Doña Guadalupe, ya viuda, vendería la casa a don Lorenzo Arellano, Gobernador de Guanajuato, quien a su vez la heredó a su hijo José. En 1880 fue dividida en dos casas; una la habitó don Manuel Madrazo Arcocha y la otra su cuñado don Alberto Martínez Ancira, hasta el año de 1898 en que estrenaron "las casas cuatas", ubicadas en la primer cuadra de Madero que hoy ocupan Banamex y El Círculo Leonés Mutualista.
Escudo de armas de los Condes de la Presa de Jalpa.
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