El capitán Guevara
Una vez promulgadas las Leyes de Reforma, en León abrió la primera oficina del Registro Civil, cuyo primer juez fue don Maximino Rangel.
El 5 de enero de 1859 fue registrado en el primer libro, el primer leonés allí consignado, que resultó ser el niño Ramón Barbosa y Hernández, gemelo, hijo de José María Barbosa y Genoveva Hernández.
Al mes siguiente se registraría uno de los primeros muertos...
A don Francisco Guevara, joven leonés, se le encomendó el mando de unos cuantos guardianes del orden público, a los que todo mundo llamaba "carnitas" a causa de su paupérrima vestimenta, que a través de los agujeros mostraban las enflaquecidas carnes de sus mal alimentados cuerpos. Y por el cargo que se le había conferido, sus convecinos, y aún las autoridades, le daban el pomposo nombre de Capitán Guevara.
Don Francisco era apuesto, de carácter bullicioso y comunicativo; pero hacía poco se le había enmustiado el genio, sin saber por qué. "No sé qué me pasa –confió en varias ocasiones-, siento como si alguien me buscara para hacerme daño".
Por aquellos tiempos de La Reforma, las pasiones políticas entre liberales y conservadores se agitaban de continuo y ya cualquiera lanzaba un "plan" y se alzaba contra el gobierno para "salvar" al país de la anarquía.
El General don José Iniestra, quien se había declarado por el Plan de Ayutla, condujo sus tropas al asalto de León, y el 18 de febrero de 1859 aparecieron éstas por el poniente de la ciudad, bajaron por la Loma de la Soledad, e irrumpieron por las calles de ese rumbo (actual Mercado Aldama), en medio de una balacera ensordecedora, e infundiendo entre los pacíficos vecinos un pánico indescriptible.
El 5 de enero de 1859 fue registrado en el primer libro, el primer leonés allí consignado, que resultó ser el niño Ramón Barbosa y Hernández, gemelo, hijo de José María Barbosa y Genoveva Hernández.
Al mes siguiente se registraría uno de los primeros muertos...
A don Francisco Guevara, joven leonés, se le encomendó el mando de unos cuantos guardianes del orden público, a los que todo mundo llamaba "carnitas" a causa de su paupérrima vestimenta, que a través de los agujeros mostraban las enflaquecidas carnes de sus mal alimentados cuerpos. Y por el cargo que se le había conferido, sus convecinos, y aún las autoridades, le daban el pomposo nombre de Capitán Guevara.
Don Francisco era apuesto, de carácter bullicioso y comunicativo; pero hacía poco se le había enmustiado el genio, sin saber por qué. "No sé qué me pasa –confió en varias ocasiones-, siento como si alguien me buscara para hacerme daño".
Por aquellos tiempos de La Reforma, las pasiones políticas entre liberales y conservadores se agitaban de continuo y ya cualquiera lanzaba un "plan" y se alzaba contra el gobierno para "salvar" al país de la anarquía.
El General don José Iniestra, quien se había declarado por el Plan de Ayutla, condujo sus tropas al asalto de León, y el 18 de febrero de 1859 aparecieron éstas por el poniente de la ciudad, bajaron por la Loma de la Soledad, e irrumpieron por las calles de ese rumbo (actual Mercado Aldama), en medio de una balacera ensordecedora, e infundiendo entre los pacíficos vecinos un pánico indescriptible.
En la esquina de Reforma y Justo Sierra perdió la vida Francisco Guevara, uno de los primewros muertos registrados por la leyes civiles en León.
Don Miguel Urteaga, jefe político de la ciudad, ordenó al capitán Francisco Guevara y a sus "carnitas" que le hicieran frente a las chusmas de Iniestra; y el joven militar, todo disciplina y valor, sabiendo que casi no tenían armas, silenciosamente acató la orden; salió de su cuartel –situado en la mitad poniente del Portal Guerrero (hoy allí se encuentra un Italian Coffee)-, tomó, con sus mal provistos soldados la segunda calle de Juárez, dio vuelta a la derecha, por la actual calle de Reforma y llegando al cruce de esta con Justo Sierra, emplazó a su gente para resistir el empuje de los invasores.
En esa esquina había una tienda de abarrotes llamada "El Conejo Blanco", que al cambiar de propietario se convirtió en la cantina "El Gato Negro"… allí contuvo el avance de los contrarios durante toda la mañana de ese día hasta cerca de las dos de la tarde, que una bala se le incrustó entre pecho y espalda y por la herida se le escapó la existencia.
Al ver que su jefe caía, los pocos "carnitas" sobrevivientes huyeron y el general Iniestra y sus tropas se entregaron al más desenfrenado saqueo de casas y negocios de destacados y no tan destacados particulares.
En esa esquina había una tienda de abarrotes llamada "El Conejo Blanco", que al cambiar de propietario se convirtió en la cantina "El Gato Negro"… allí contuvo el avance de los contrarios durante toda la mañana de ese día hasta cerca de las dos de la tarde, que una bala se le incrustó entre pecho y espalda y por la herida se le escapó la existencia.
Al ver que su jefe caía, los pocos "carnitas" sobrevivientes huyeron y el general Iniestra y sus tropas se entregaron al más desenfrenado saqueo de casas y negocios de destacados y no tan destacados particulares.
Más tarde, con su letra garigoleada, el licenciado Rangel consignaría el nombre de aquel valiente joven -que ya presentía la muerte-, como uno de los primeros difuntos registrado por las leyes civiles en León.
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